jueves, 23 de julio de 2009

Ironias


Buscando por aquí y por allá, llama la atención un artículo de la edición digital de Economist.com del 15 de julio del 2009, que se refiere al desarrollo a escala industrial de algas unicelulares diseñadas geneticamente para producir hicrocarburos.

Ya algo se ha estudiado y comentado en el ambiente, pero que Exxon Mobil se interese en el asunto es todo un cambio de actitud. Esta petrolera ha decidido apoyar a Synthetics Genomics, que de la mano del Dr. Craig Venter (el mismo del genoma) pretende llevar a cabo sus ideas de como hacerlo. El Dr. Venter considera que aún con la tecnología existente debe ser posible producir diez veces más combustible por hectárea que lo que se produce con maíz, sin tener que competir con la producción de alimentos.

Lo interesante del caso es que si el proceso funciona, el tan odiado CO2 pasaría de ser un producto de desperdicio contaminante a una materia prima valiosa, ya que las algas requieren del CO2 para su crecimiento.

Asi las cosas, de frente al cambio climático, pareciera que estamos ante una de las muchas ironias de la vida.


Algas unicelulares de crecimiento libre

lunes, 20 de julio de 2009

Veranillo II

De veras me fui de vacaciones añorando un descanso (merecido?) al murmullo milenario de las olas y de cara a la brisa húmeda y cálida del Pacifico. El planeta podía esperar, que más da. Sin embargo, siguiendo un amigable consejo, me instalé en un Hilton todo incluído en donde la única preocupación de los huéspedes es tratar de sacarle partido al último centavo invertido en su hospedaje.


Y claro, a mi ojo observador de las múltiples señales que el cambio climático nos pone por doquier no podía pasarle desapercibido la actitud de desperdicio que reinaba en el ambiente. Aunque destesto las hamburguesas tuve que mirar un sinnúmero a medio comer, gaseosas a medio tomar y cocteles sin terminar a expensas de los insectos, únicos supervientes de la fauna del lugar. Aqui la gente no descansa, se somete a otro horario. Al horario frenético que impone el chef, el bartender o el expendedor de snacks. No hay espacio para la tranquilidad y el esparcimiento y menos aún procurar la quietud de espiritu y el bálsamo para el alma.


Ah! por supuesto, es el ritmo de vida que nos da el consumo. En esta burbuja consumista no existe un mundo más allá de los portones. El día se incia y se consume aquí mismo en un afán de suicidio colectivo. Afuera nada importa, la lluvia, el viento y el devenir perenne de las estaciones son sucesos irrelevantes y carentes de sentido. Lo que importa es el ahora, es descontar a cualquier precio un servicio prepagado.


Así las cosas, no puedo dejar de pensar en el planeta. Cuánta cantidad de desechos significa un huésped diario? Será eficiente el sistema de tratamiento de desechos y de aguas residuales? Valdrá la pena cada dólar pagado a una cadena hotelera que nos inventa un paraíso? En medio de este frenesí, con esa preocupación en mi cabeza, buscando en donde guarecerme, fui a dar al pie de un farol que en el muellecito, testigo mudo y olvidado de la escena, abría una espacio de luz hacia la noche.